La prostitución es ilegal en corea del sur desde el año 2004, no obstante es un negocio que ni la sociedad ni el gobierno pueden negar ya que produce aproximadamente 13 billones de dólares en ganancias. Según algunas estadísticas se calcula que 1 de cada 5 hombres en Corea paga a diario por estos servicios. (Esta cifra solo hace referencia a hombres ya que el mercado para mujeres es distinto y de menos demanda.)
En un informe de 2010 la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito dijo que los hombres coreanos se encuentran entre los principales clientes de prostitutas en el sudeste asiático y que son los principales clientes de prostitutas infantiles en Camboya, Tailandia y Vietnam.
El año pasado -2017- Corea del Sur publicó lo que dice ser el primer vídeo conocido de las “mujeres de compañía” obligadas a trabajar como esclavas sexuales para los soldados japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Se estima que 200.000 mujeres fueron forzadas a trabajar en burdeles para el ejército japonés y se cree que procedían principalmente de Corea, pero también de China, Indonesia, Filipinas y Taiwán. Esta cuestión ha tensado durante mucho tiempo la relación entre Corea del Sur y Japón debido a la falta de compromiso del gobierno Japonés con las víctimas.
En el año 2015, ambos países llegaron a un acuerdo por el cual Tokio formalmente se disculpó y acordó pagar un millón de yenes (8,3 millones de dólares) para financiar a las víctimas. Muchos coreanos consideraron que la disculpa era insuficiente y esta sigue siendo una situación que continúa afectando los lazos entre ambos países.
La ocupación de Corea del Sur por las unidades militares de EE.UU. en los años 50 del siglo XX afectó dramáticamente la historia moderna del país asiático al favorecer la drástica propagación de la prostitución entre las mujeres surcoreanas. Más de 120 exprostitutas, de avanzada edad y pobres, están demandando no a las autoridades estadounidenses sino a su propio gobierno, exigiendo una indemnización de $10.000 USD a cada una. Su tesis es que el gobierno de Corea del Sur facilitó su trabajo para mantener a las fuerzas estadounidenses felices.

Así como lo dice el periodista Stephen Evans para la BBC “su argumento no es que Corea del Sur les obligó a prostituirse, no se trata de un caso de esclavitud sexual, sino que creen que al implementar un sistema de revisiones obligatorias de su salud sexual, el gobierno fue cómplice y facilitó un sistema que les ha dejado en la pobreza. Además, aseguran que les dieron clases de inglés y «etiqueta occidental». Las mujeres no dudan al decir que si acabaron prostituyéndose fue a causa de ser pobres y vivir en un país muy pobre”.
Otro de sus argumentos es que había apoyo explícito del gobierno porque el país necesitaba moneda extranjera. Las prostitutas eran denigradas como personas pero los dólares que generaban eran bienvenidos. «La prioridad era mantener al ejército de EE.UU. feliz para que se quedaran en Corea del Sur porque había una amenaza de que retirarían las tropas».
Con el paso de los años, la actitud de los militares estadounidenses cambió. Ahora existe lo que las fuerzas surcoreanas llaman «tolerancia cero» de contratación de prostitutas.
No obstante, luego de muchos años son centenares de ancianas que hoy a sus 60, 70 e incluso 80 años, están ejerciendo la calle. Ciudadanas que no pudieron subirse al veloz tren del progreso que transformó a Corea del Sur en un tiempo récord tras la guerra, dedicadas a la profesión más antigua del mundo en uno de los estados más tecnológicos del planeta; y son llamadas “Bacchus Ladies”. A ellas se las puede ver en todo el país, pero sobre todo en Seúl. Son señoras con más de 60 años que cerca de estaciones de metro o en parques públicos ofrecen bebidas energéticas a los hombres que pasan por allí.

Las mujeres suelen esperar que algún hombre adulto se dirija a ellas para tratar de venderles algo más que una botella de Bacchus. Suelen ofrecer servicios sexuales que pueden variar de precio entre los 10 y los 50 dólares, explica la investigadora Lee Ho-Sun al medio “el confidencial”. Según ella, son las propias ‘Bacchus ladies’ las que llevarán al cliente a un motel cercano. La habitación, que suele costar unos cinco dólares por servicio, la pagan ellas. También facilitan Viagra.
Según Lee Ho-Sun, otras ancianas también ofrecen sexo camufladas como vendedoras de café o ‘soju’, la popular bebida alcohólica coreana. “Se está rompiendo el modelo social de Corea del Sur, los ancianos han de ser muy respetados y deben ofrecer sabiduría”, lamenta. En cambio, estima que puede haber hasta 400 mujeres de la tercera edad atadas a este tipo de prostitución.

Según el Ministerio de Salud, hoy en día la media estimada de hijos por surcoreana es de 1,19 y más de un 12% de los ciudadanos sobrepasa los 65 años. Las pensiones son mínimas y muchos ancianos han de buscar alternativas. Incluso en la prostitución. Según el periodista Matt Shea, el progreso económico fue mayor que la creación de políticas sociales. El propio Gobierno surcoreano, hoy preocupado por el envejecimiento de su población, estima que la mitad de los ancianos pueden acabar solos y relegados a la pobreza.
Y con todo lo anterior, ¿esta es una situación intencionalmente ignorada por la población? Sin importar desde el punto de vista que se estudie, esta es una huella perdurable que ha marcado la historia de vida de un país. Debido a esto los coreanos estadounidenses Jason Lee y Eddie Lee crearon el documental “SAVE MY SEOUL” que se estrenó en la versión 33 de Los Angeles Asian Pacific Film festival, y ganó el Gran Premio del Jurado al Mejor Documental. (Pueden encontrarlo en Youtube, Itunes, Google Play, y Vudú)
En la página de la tienda de iTunes, el documental se describe como un intento de ver la prostitución en Corea, afirmando que «este problema tiene sus raíces en cuestiones mucho más profundas que las niñas explotadas y los hombres lujuriosos. En cambio, es una consecuencia de una cultura y un gobierno que perdona y hace la vista gorda ante las mayores injusticias humanas de nuestro tiempo». Esa es una declaración bastante fuerte.
Lo de las vista gorda se ve con las entrevistas en la calle. Cuando se les preguntó acerca de la prostitución, todos los entrevistados esquivaron la pregunta, y una de las mujeres incluso dijo que la pregunta no era apropiada. El sentimiento también se refleja en la entrevista con la Dra. Na young Lee, profesora de Sociología de la Universidad Chung-Ang. Ella habla sobre la hipocresía que prevalece en la sociedad coreana, una que actúa «de manera tan apropiada y ética como si no supieran o no les interesase el sexo». Pero en lugares privados o ciertos en la noche, se convierten en personas totalmente diferentes».
Esto se traduce en otra serie de entrevistas, principalmente hombres, que explican que la prostitución es inevitable, sucede en todas partes y es un mal necesario. En una serie posterior de entrevistas en la calle, estos mismos hombres también son fuertes en su creencia de que las prostitutas entran de buena gana en todo momento, y que en realidad seducen a los hombres y «es por eso que los hombres los acosan sexualmente».
Claramente y pese a su ilegalidad, la prostitución parece estar un poco ajena a la declaración, ya que quienes consumen y quienes trabajan continúan en el mercado ignorando el llamado de la ley. No es algo que se detenga en meses e incluso años, después de todo siendo una de las profesiones más antiguas del mundo se arraigó al suelo coreano como una protesta “silenciosa” producto de las injusticias que la historia desencadenó principalmente sobre las mujeres. Hablamos de una relación inestable entre Corea del Sur y Japón producto de la humillación y el daño a cada una de estas personas, pero incluso el mismo gobierno no se ha encargado del restablecimiento de los derechos de estas mujeres que siendo víctimas ayudaron a su país y en el proceso fueron arrastradas al actual estado de vulnerabilidad del que luego no pudieron emerger.
Y aún después de todo esto, una de las conductas más reprochables para los coreanos, fluye en contra de quienes contratan estos servicios o siquiera guardan relación con ella, pero ellos tampoco son fieles aliados de la lucha que se lleva a cabo. Porque si no existe la ayuda pertinente, ¿cómo esperan que se deje de lado el trabajo que día a día las sustenta? O siendo más sensatos, ¿cómo esperan que su vida continúe si no se les repara el daño causado como víctimas? Luego que su integridad, honor y orgullo fuera pisoteado, lo último que sobraría, es el apoyo del pueblo coreano y sobre todo, el gobierno.
Leydi Botía Martínez
Hanadultalk@gmail.com
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