¿Te imaginas despertar un día y descubrir que un vídeo tuyo cambiándote en un probador o utilizando un baño público, es el protagonista de una página de pornografía? Esta es la pesadilla que viven miles de mujeres en Corea del Sur, por culpa de un gobierno inoperante y un practica que han denominado como “molka”.
El término “molka” es utilizado para nombrar la práctica de colocar cámaras espías en baños públicos de centros comerciales, universidades y escuelas, también se pueden encontrar en probadores de ropa y vestidores, para luego subirlos a internet. Tan solo en el 2017 fueron registrados mas de 6.000 casos en los que el 80% de las victimas son mujeres.

El Gobierno, empezó a tomar medidas creando incluso un departamento gubernamental encargado específicamente de encontrar las cámaras ocultas, sin embargo, los mismos agentes declararon para la agencia de noticias Yonhap, que es muy difícil encontrar a los culpables, ya que las cámaras son colocadas y retiradas en intervalos diferentes de tiempo, algunas solo duran 15 minutos instaladas.
Para entender un poco mas la problemática, recordemos que Corea del Sur es el país con el internet mas rápido y además líder mundial en la posesión de teléfonos inteligentes, según El comercio, casi el 90% de los adultos tiene uno y el 93% tiene acceso a internet, así que controlar la propagación de estos vídeos es uno de los principales retos.
No solo las mujeres han desarrollado miedo a entrar a baños y probadores públicos, sino que además, actividades sencillas como usar las escaleras o caminar por sitios concurridos, como gimnasios o piscinas, genera estrés para ellas, ya que todo el tiempo están expuestas a que intenten grabarlas.
La BBC contó con el testimonio de una mujer que luego de estar en un restaurante, fue asechada por un hombre que colocó una pequeña cámara en su falda, la mujer se percató y al arrebatarle el teléfono vio que fotos suyas estaban siendo compartidas por medio de chats con otros hombres. Como si esto no fuera suficiente, temió ser juzgada y culpabilizada por su vestuario, ya que incluso en la estación de policía a la que se dirigió, fue acosada por la mirada de los oficiales: «No se lo conté a nadie. Tenía miedo de que me culparan. Temía que mi familia, amigos y gente a mi alrededor me vieran como me habían visto estos hombres».
En otro torpe intento por detener este fenómeno, la ley obliga a los fabricantes de teléfonos que se comercializan en Corea del Sur, a que las cámaras de sus dispositivos emitan un sonido cada vez que se toma una fotografía, sin que esta característica se pueda modificar, sin embargo algunos de estos delincuentes descargan aplicaciones o utilizan mini cámaras espías para grabar.

Aunque parece que el gobierno esta haciendo esfuerzos contra el “molka”, de los 6.465 casos reportados en 2017, por las cuales fueron arrestadas 5.437 personas, solo 119 de ellas ( 2% de las capturas) terminaron en la cárcel. Esta falta de justicia según las surcoreanas ha llevado a que, desde mayo del 2017, todos los meses miles de mujeres se tomen las calles exigiendo justicia con consignas como “Mi vida no es tu porno”.
Tan solo el mes pasado 70.000 mujeres marcharon bajo una temperatura de hasta 37º C. Este conjunto de manifestaciones ha batido récords mes a mes, al congregar cada vez a más participantes, convirtiéndose en las protestas de mujeres más grande organizadas en Corea del Sur. Mientras tanto las autoridades anunciaron inspecciones diarias en los baños públicos de Seúl en busca de las cámaras espías.
El molka es el reflejo de una sociedad que ha avanzado tecnológica y económicamente a un ritmo muy acelerado, pero que tiene arraigada una cultura patriarcal, donde aún se ve a la mujer como un objeto sexualizado, sin embargo, también ha servido para un despertar colectivo, donde grupos feministas se han fortalecido y propagado en la defensa de los derechos de la mujer.
Kevelyn Ravelo Sarabia
hanadultalk@gmail.com
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