Parcialmente paralizado a causa de un derrame cerebral sufrido en 2001 y desempleado a sus 56 años, Kim Dae Han fue un ex taxista a quien se le atribuye la muerte de más de 190 personas en lo que al día de hoy se conoce como la peor matanza registrada en la modernidad de Corea del Sur.
Pese a recibir un tratamiento oportuno -luego de su percance en 2001- Dae Han no se encontraba satisfecho con los procedimientos médicos y manifestó en varias ocasiones sus reacciones violentas y depresivas. Incluso llegó a comunicar a la policía sus intenciones de suicidarse, pero que anhelaba hacerlo en un sitio atestado de personas para cobrarse la vida de tantos como pudiese junto a él.

Siendo las 9:53 de la mañana del 18 de febrero de 2003, Kim Dae Han tomó el tren 1079 en la línea 1, con dirección a la estación de Daegok, cargado con dos cajas de cartón que no contenían leche, sino un líquido inflamable (no clarificaron si se trataba de gasolina o diluyente de pintura).
Una vez el tren abandonaba la estación de Banwoldang, Kim se regodeó por los vagones mostrando a los pasajeros las cajas de cartón mientras advertía su contenido junto a un encendedor. El pánico se apoderó de los presentes mientras unos cuantos se esforzaron por detenerlo, causando en el forcejeo que uno de los líquidos se esparciera por el lugar y el vagón se cubriera de llamas en cuanto llegaron a la estación de Jungangno.

En solo 2 minutos el fuego alcanzó los 6 vagones, propagándose con rapidez debido al aislamiento entre las capas de aluminio que forman la cubierta de los vagones, el vinilo, los materiales plásticos en los cojines de los asientos, las asas de las correas, y las esteras plásticas pesadas en los pisos, además esto produjo un humo espeso que muchos de los pasajeros inhalaron y les causó la muerte.
Choi Jeong Hwan quien a sus 31 años era el operador del tren 1079, no informó inmediatamente a las centrales sobre la situación, así que en cuanto lo hizo, estas dieron aviso –por radio- a Choi Sang Yeol quien era el operador del tren 1080 que se dirigía también a la estación de Jungangno, sin embargo fue demasiado tarde, cuando el operador del 1080 recibió el comunicado ya se encontraba en la estación, así que cerró las puertas para evitar que el humo tóxico que había invadido la estación los alcanzara, luego de esto el detector de incendios automático apagó la fuente de alimentación de ambos trenes impidiendo que el 1080 pudiera salir.
Choi Sang Yeol hizo tres llamados a los pasajeros del tren 1080 para que permanecieran sentados mientras recibía la orden de sus superiores, hasta que finalmente llegó, la orden fue: «Rápido, corre a otro lugar. Sube al tren, apaga el motor y vete rápido». Choi abrió las puertas y huyó, pero al hacerlo retiró la llave maestra, lo que llevó a un apagado de las baterías a bordo que accionaban las puertas del tren y sellaban a los pasajeros de manera efectiva. Una investigación posterior mostró que 79 pasajeros quedaron atrapados dentro del tren 1080 y murieron allí.

El equipo de emergencia inadecuado también empeoró el desastre. Los trenes subterráneos de Daegu no estaban equipados con extintores de incendio, y las estaciones carecían de rociadores e iluminación de emergencia. Muchas víctimas se desorientaron en la oscura estación del metro llena de humo y murieron asfixiados en busca de salidas. Los sistemas de ventilación de emergencia también resultaron inadecuados. Más de 1,300 bomberos y personal de emergencia respondieron y el incendio se extinguió alrededor de la 1:38 pm; sin embargo, la toxicidad del humo les impidió ingresar a la estación por otras tres horas y media.

Con la espalda y una de sus piernas quemadas, Kim Dae Han quien causó toda la tragedia y era el único que deseaba morir, escapó del sitio y se refugió en un hospital donde solicitó ayuda médica. Mientras tanto en la estación y por la magnitud del fuego, muchos de los cuerpos fueron calcinados, otros requirieron la prueba de ADN para identificarlos y algunos cuerpos no fueron encontrados. Debido a la hora en la que ocurrieron los hechos, la mayoría de víctimas eran estudiantes y mujeres que trabajaban en las tiendas departamentales de los distritos centrales.
Los investigadores pudieron determinar quiénes estaban presentes en el lugar gracias al rastreo de números telefónicos. Durante el incendio muchas víctimas se resignaron cuando no lograron escapar y llamaron a sus seres queridos para despedirse.

Choi Sang Yeol no pudo ser localizado por 10 horas después del accidente, y los investigadores descubrieron más tarde que se había contactado con funcionarios de la corporación del metro durante ese tiempo. La llave maestra del tren 1080 fue encontrada en una oficina en el depósito de trenes de Ansim. Las omisiones de las transcripciones de las comunicaciones de radio también aumentaron la sospecha de un intento de encubrimiento. El 26 de febrero de 2003, arrestaron a Kim Dae Han. También arrestaron a Choi y seis funcionarios de la Corporación de Metro Metropolitano de Daegu, cuyo jefe fue despedido el mismo día.
Los funcionarios prometieron instalar mejores equipos de seguridad en las estaciones de metro y agregaron productos químicos resistentes al fuego en los interiores de los vagones del metro metropolitano de Daegu. Seis estaciones se retiraron del servicio para su restauración que culminó en abril de 2003. La tragedia fue considerada por muchos como una vergüenza nacional, lo que provocó un debate sobre si Corea del Sur había cortado demasiados aspectos de la seguridad durante su rápida industrialización. Varios trenes del metro en todo el país fueron posteriormente remodelados para mejorar los estándares de resistencia al fuego unos pocos años después del accidente.

El 7 de agosto, el Tribunal de Distrito de Daegu condenó a Choi Sang Yeol, operador del tren 1080, y Choi Jeong Hwan, operador del tren 1079, condenándolos a prisión durante cinco y cuatro años, respectivamente, por negligencia criminal. Kim Dae Han por su parte fue declarado culpable de incendio y homicidio. Aunque los fiscales y las familias de las víctimas habían presionado para que se aplicara la pena de muerte, el tribunal lo condenó a cadena perpetua a causa de su remordimiento e inestabilidad mental. Kim murió de una enfermedad crónica en prisión el 31 de agosto de 2004, en la ciudad de Jinju , donde había estado recibiendo tratamiento médico.
Leydi Botía Martínez
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