En 1918, Na Hyesok, de 22 años, publicó el que sería el primer cuento feminista de Corea, llamado Kyonghui. Este libro es una pieza semi autobiográfica sobre una mujer que regresa a casa, luego de ir a la universidad japonesa para ser confrontada por sus familiares y vecinos que dudan de la valía de educar a las niñas. En Kyonghui, Hyesok procesa sus propios sentimientos acerca de ser una mujer coreana educada y su frustración con los rígidos roles de género en su país de origen:
“Soy una mujer y soy una mujer coreana, una mujer encadenada por las convenciones familiares de la sociedad coreana. Si una mujer trata de sostenerse por sí misma, sentirá la presión de todos los sectores, y si aspira a lograr algo, será criticada por todos.”
Hyesok provenía de una familia coreana adinerada, y se graduó de la Tokyo Women’s College of Arts en 1918, convirtiéndose en la primera mujer coreana en recibir una licenciatura en Arte Occidental. Cuando transcurrió un año de la publicación de Kyonghui, Na regresó a Corea y se unió a otras 4 mujeres: Kim Wonju, Pak Indok, Sin Chullyo y Kim Hwallan; con quienes se reunió en secreto para lanzar una revista llamada Sinyoja, que significa Nueva Mujer, en los que se dedicaron a examinar los roles de la mujer en Corea. Eran cinco mujeres que se habían reunido en medio de dos movimientos sociales: el movimiento de independencia de Corea de 1919 (1 de marzo) y la primera ola del feminismo.
El movimiento independentista de Corea comenzó el 1 de marzo de 1919 (Si quieres saber más sobre esto, te invitamos a leer nuestro artículo Corea grita ¡Mansae!: Cien años del movimiento Primero De Marzo). Los manifestantes que no fueron asesinados fueron encarcelados y torturados; Na era parte de este grupo de manifestantes, y estuvo encarcelada durante seis meses. En 1923, escribió que había descubierto cómo escribir mensajes usando su uña en pedazos de tela rasgada y que la experiencia le enseñó que nada es imposible.
Tras su liberación, ella se contactó (en el mismo año) con las otras mujeres que participaron de Sinyoja, con la idea de hacer una revista por y para nuevas mujeres, inspirada en la política radical del momento, y con el objetivo expreso de interrogar los roles tradicionales de las mujeres en la –extrema- sociedad patriarcal de Corea. Las cinco mujeres pertenecían a familias elitistas y se les había brindado la rara oportunidad de ir a la universidad, donde estaban expuestas a estas políticas radicales. Creían que el trabajo de liberar a la nación coreana estaba indisolublemente vinculado con la liberación de las mujeres de los roles de género confucianos, tal vez mejor encapsulados por el aforismo hyeonmoyangcheoo «sabia madre, buena esposa». Este era el objetivo principal al que aspiraban las niñas y las mujeres para mantener el funcionamiento de la sociedad y sus familias.
La obra literaria y política feminista coreana de la que Na fue pionera se inspiró en los feminismos occidentales de la primera ola de Virginia Woolf, George Eliot, Jane Austen y Harriot Beecher. Las primeras feministas japonesas adoptaron el apodo de «bluestockings» para describir su organización progresiva, y ese nombre se extendió a Corea, adquiriendo un sabor nacionalista una vez que cruzó la península colonizada. Con Sinyoja, Na aspiró a fomentar una tradición literaria feminista coreana que sería conocida en todo el mundo; esto queda claro en un ensayo publicado anteriormente en la revista llamada «What We Face Now»:
“Los periódicos y revistas coreanos son creados y administrados por hombres, y solo hay dos o tres creados por mujeres. Pero ninguno de ellos está totalmente escrito por una mujer. Debido a tal necesidad y para llenar esta falta, el primer tomo de Sinyoja se publicó el mes pasado, y su propósito es ayudar a mostrar el trabajo digno de elogio de Bluestockings, y al mismo tiempo, sacar a la luz talentos enterrados.»
Las autoridades japonesas cerraron Sinyoja después de solo cuatro ediciones, pero cuando eso ocurrió, Na era una de las favoritas de los medios en Corea, especialmente entre intelectuales y políticamente radicales. Su carrera artística también despegó y comenzó una gira mundial exponiendo su trabajo. Se casó por amor (raro en la época) con un hombre rico llamado Kim Woo Young, tuvo cuatro hijos y continuó pintando y escribiendo.
Su éxito vertiginoso comenzó a marcarse en la década de 1930. Los críticos se enamoraron de su trabajo, y comenzaron a analizar sus exposiciones de arte por medio de reseñas y comparando sus pinturas. Luego, tan solo una años después, en 1931, su esposo la acusó de tener una aventura con un líder religioso y se divorció de ella. En 1934, publicó un artículo en respuesta a los rumores sobre su vida personal en la revista Samcheolli llamado «Una confesión de divorcio». En él, ella admitió su infidelidad y agregó que su esposo no había logrado satisfacerla sexualmente.
Aunque Hyesok había trabajado incansablemente para cambiar la cultura coreana con respecto a las mujeres, las leyes seguían siendo rígidas con las mujeres divorciadas.
Cuando ella publicó aquel artículo, lo hizo pensando que fuera en defensa propia, pero el jurado que era la sociedad coreana no fue generoso. Así que perdió todo: sus hijos, su dinero y su estatus. Al escribir honestamente sobre sus deseos sexuales, y al echarle la culpa de su infidelidad a su esposo, le dio a la sociedad coreana aún más razones para repudiarla. Había violado las normas de género que había intentado destruir durante toda su vida, así que se convirtió en una paria. Sus comisiones de arte se agotaron y su familia biológica la rechazó.
Hasta el día de hoy, no se sabe mucho sobre los últimos 14 años de la vida de Na Hyesok. En 1931, escribió una carta de despedida a sus hijos, en la que se resaltó una frase: «Su madre, como pionera de la transformación social, es víctima del destino». También se sabe que ella murió sola en un hospital de caridad en 1948, tres años después de que Corea finalmente fuera liberada de Japón al final de la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de su enorme influencia en el arte, la política y la literatura feminista coreana, su nombre solo era reconocido como una advertencia para las mujeres que no cumplían con las expectativas del deber femenino, las mujeres que no eran «madres sabias» o «buenas esposas», siempre se les preguntaba «¿quieres convertirte en otro Na Hyesok?», y esta pregunta formó parte del hyeonmoyangcheo, como una advertencia a las jóvenes ambiciosas. Su trabajo como escritora y artista fue excluido de los libros de historia y de los museos durante años, hasta décadas después de su muerte.
A principios de la década de 1970, una joven periodista llamada Yi Kuyol se encontró con sus escritos en los periódicos Donga Ilbo y Maeil Sinbo mientras trabajaba en un proyecto de archivo. Quedó fascinada con ella y en 1974 escribió una serie de artículos sobre Na para Yosong Donga, una revista de mujeres coreanas. También publicó un libro llamado Emi nun Songakja Yonnunira, o Madre fue una pionera, que contenía selecciones y extractos de los ensayos, poemas, ficción y arte de Na.
Yu Dongjun fue otro de sus admiradores. Creció en el mismo pueblo que ella, Suwon, y se sorprendió de la poca gente que conocía su nombre. En 1995, fundó la Fundación “En memoria de Na Hyesok” y comenzó a organizar eventos para educar al público sobre sus contribuciones. Animado por las fuertes reacciones positivas de los coreanos y de los medios de comunicación, el Ministerio de Cultura, Deportes y Turismo de Corea la designó una figura cultural en el 2000.
El interés por la vida y el trabajo de Na ha resurgido como resultado de esta campaña de reeducación. En 2000, el Centro de Arte de Seúl realizó una retrospectiva de su arte, mostrando varias pinturas, fotografías e ilustraciones. En 1978 se publicó una novela sobre su vida, y ese mismo año, salió una película sobre ella llamada Hwajo o Pájaro de fuego (Fire Bird). Y en 2019, Google celebró el cumpleaños número 123 de Na, con un doodle que representaba su obra de arte.
En vida, Na dio más de sí misma para atravesar los límites del comportamiento femenino aceptable, para modelar una vida como mujer coreana que se alineó con sus creencias y deseos. Corea sigue siendo un país profundamente patriarcal, aunque las feministas siguen su lucha y cada día se unen más al movimiento. Y aunque ella no vivió para ver los frutos de su lucha, y que al día de hoy continúan aportando a su sociedad, nos queda creer que en cualquier lugar que se encuentre, escuche los palabras de quienes le estarán eternamente agradecidos.
Leydi Botía
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