Habiendo pasado un mes del comeback de EXID, que causó controversia porque a una de las integrantes (Hani) le censuraron el cabello en el video musical (¡oh sorpresa, tenía braids!) para evitar malos comentarios por apropiación cultural; llega CocaNButter, el nuevo grupo femenino recién debutado el 6 de octubre, que está llamando la atención de todos y no precisamente de una forma positiva. A las chicas ya las habíamos visto en el famoso concurso de baile “SWF” (Street Woman Fighter), y durante ese reality show se vió de muchas formas que caían en la apropiación cultural de elementos afroamericanos. Sin embargo, no deja de sorprender, cómo a pesar de las críticas que sufrieron en ese entonces, optaron por hacer caso omiso y lanzar “Mi deh yah”.
Y aquí el problema no son solo los looks, lo es también la coreografía, el ritmo, la letra de la canción e incluso el artista que colabora con ellas. ¡Todo un caos!
Empecemos por el simple nombre del grupo, “Cocoa and butter”, ¡que ojo!, no estoy diciendo que sea apropiación, más bien, conectándolo a esta obsesión de utilizar la cultura de las personas negras. La combinación de las semillas de cocoa y la mantequilla nace en el occidente de África y luego ampliamente extendido en el caribe, suramérica y centroamérica. Se usa principalmente para tratar, hidratar y fortalecer la piel seca y los cabellos secos por el sol y los fuertes vientos. Un tiempo después esta combinación se convirtió en un ingrediente culinario y también farmacéutico.
Hasta aquí todo bien ¿no?, cualquiera se pudo haber colocado ese nombre pensando en la crema para postres, pero, el hecho que luego las integrantes aparecieran con turbantes y braids (un estilos de trenza africana) bailando una canción que combina ritmos de dancehall, con pases originarios de Nigeria como el ‘Zanku’, utilizando expresiones del creole jamaiquino como ‘Midehyah’ (todo está bien) y ‘Wagwan’ que vendría a ser la pregunta “¿Cómo va todo?” no puede ser una mera coincidencia. Agregando además la cereza al postre, el artista con quien colaboran, nada más y nada menos que Koonta. Muchos han querido excusarlas diciendo que una de las integrantes, Zsun, vivió un tiempo en Jamaica y que se tomó el tiempo de aprender dancehall para enseñarlo luego en Corea, y que por lo tanto, esto le da vía libre.
Ahora bien, nadie está tratando de limitar o prohibir la música y el baile de otros países y culturas, lo único que se pide es respeto y apreciación. Quienes pertenecen a la comunidad, sean africanos, afromericanos o afrocaribeños y también seguidores de la ola coreana, por supuesto han mostrado su descontento con el debut de este grupo. Porque a pesar de todo lo que ya ha pasado anteriormente, lo cual también lo hemos conversado en Hana, Dul, Talk! al parecer a las compañías, a los idols y a los fans no negros, no les interesa en lo más minímo la cultura de los demás.
Para estas personas, nuestros accesorios y nuestros peinados e incluso el tono oscuro de la piel, son un disfraz que se pueden quitar y poner fácilmente y que pueden usar sin ser discriminados.
Que para ustedes los occidentales no negros que leen esto no signifique nada, que les de igual, o que incluso nos llamen exageradas por criticar estas prácticas racistas, no borra el hecho de que mientras los idols se jactan de vestirse como una raza que no son, en Corea del Sur la discriminación y el racismo no bajan sus estadísticas. Benjamin Devise para Korea joong daily, entrevistó a tres chicas africanas, estudiantes de intercambio en Seúl, una de ellas, Karen, decía que en el metro todos se la quedaban mirando y nadie se sentaba al lado de ella a menos que fuese el último asiento disponible. O cuando en la primera clase que tuvo el profesor tomó su mano y le preguntó que si así era su color de piel o estaba sucia. Lanre, también describió cómo una vez una niña la vió y se fue a esconder detrás de sus padres mirándole con terror. La tercera estudiante Fátima dice que ser extranjero en Corea es difícil, pero ser negro en Corea es peor.
Por otra parte, en los clubs nocturnos de Itaewon se escucha a todo volumen el hip-hop americano, y al mismo tiempo en la entrada, el guardia de seguridad no deja entrar al lugar a turistas afroamericanos. Se admira el arte de los negros pero no a las personas negras. Se escuchan, pero se rehúsan a verles. Imagínense que yo sea dueña de un gastrobar donde solo se escucha k-pop y k-hiphop, la comida ejemplar del sitio sea Kimchi, bibimbap, corndogs y otras especialidades coreanas, pero cuando un extranjero coreano quiera entrar a mi negocio yo le diga “Oh lo siento, no permitimos la entrada de coreanos o asiáticos al sitio” ¿descabellado no? Es la misma situación que se presenta todas las noches en las discotecas de Seúl. Algunas se refugian en excusas sobre violencia o malos comportamientos de experiencias con turistas anteriores, pero sabemos que detrás de eso hay un tinte racista.
Otro caso reciente fue el del cantante Crush, conocido por su música del género R&B (¿curioso no?) quien deliberadamente ignoró a dos fans negras en el público. Para luego disculparse en su instagram diciendo que todo había sido un malentendido. New York Times tituló este caso como «otro incidente que resalta la complicada relación del K-pop con la cultura negra»
Por eso y más, nunca voy a dejar de criticar cada vez que un grupo o un solista aparezca con trenzas, con durags, con turbantes, usando AVEE u otras expresiones propias de las culturas afros. Porque todos los días entra alguien nuevo a este fandom grandísimo llamado Hallyu, que debe entender que lo nuestro, lo negro, no es una máscara que los idols puedan usar a su antojo y botarla cuando les conviene.
Ojalá pudiéramos recordarles todos los días a los idols y las compañías, lo hermosos y hermosas que se ven cuando usan sus propios elementos culturales.