Literatura

Una Almendra llena de sentimientos

Por: Kevelyn Patricia Ravelo Sarabia

“¿Qué significa ser como los demás? Cuando todos son diferentes, ¿a quién debería seguir?”   

 Won, Pyung Sohn. (2021). Almendra (José Manuel Moreno, Trad). Océano de Colombia. (Obra original publicada en 2019) pág. 74.

Me han dicho que siento demasiado. Soy de esas personas que no puede ver noticias sin conmoverse a las lágrimas por un reportaje, ya sea con mensaje de esperanza o con información fatídica. Al ser una persona “que siente mucho” siempre he recibido comentarios sobre “debes ser más fuerte”, “intenta ser normal”, por lo que nunca esperé conocer a un opuesto a quién se le demandara lo mismo.

“Pero los libros son callados. Permanecen en un silencio sepulcral hasta que alguien abre sus páginas. Sólo entonces desvelan sus historias, calmada y cuidadosamente, al ritmo perfecto que yo soy capaz de manejar”

pág,131

Almendra, como es conocida en español la obra de Won-Pyung Sohn, es un libro lleno de emociones sobre un chico, YunJae, sin emociones. Yunjae nació con alexitimia, enfermedad que le dificulta reconocer y expresar las emociones. El nombre del libro surge de la asociación de dicha enfermedad con el crecimiento inferior de la amígdala cerebral, que muchos han apodado ‘almendra’ por su tamaño y forma.

La narración de la novela es fácil de comprender y resulta interesante cómo la autora da pequeños adelantos de lo que pasará, y esto en lugar de hacer perder el interés, aumenta la expectativa. Desde el inicio esperamos la aparición de Gong, la muerte de la abuela, y su conflicto con su ser “monstruoso”. Por lo anterior, al iniciar la lectura, no pude evitar sentir que el protagonista haría algo realmente malo, y es que asociamos la falta de sentimientos con la maldad y el ser sensibles con la bondad. 

«Las personas cierran sus ojos a una tragedia lejana diciendo que no hay nada que puedan hacer, sin embargo, tampoco se enfrentan a una cercana, porque les horroriza. La mayoría de las personas cercanas pueden sentir, pero no actúan. Ellos dicen empatizar con lo que ocurre, pero olvidan fácilmente. A mí modo de ver, eso no es verdadera empatía.»

pág. 243.

Mientras leía la obra, no pude evitar pensar, que incluso en la literatura de ficción encontramos un número de espejos, que nos permiten narrarnos, leernos y reflejarnos no solo como personas, sino además como sociedad. He crecido en Colombia, un país con un conflicto armado interno, donde los “buenos” y “malos” están marcados y dictan el lado del que debe estar nuestra empatía.

La celebración de la muerte de los “malos” como si no fueran hijos de una patria empobrecida y desigual, me ha hecho cuestionarme durante años lo selectivo que resulta nuestro dolor. Terminamos de ver el conteo de muertes del día, apagamos nuestra televisión y seguimos sonriendo. 

Que incluso alguien “sin emociones” cómo Yunjae fuese capaz de cuestionar algo tan poderoso, me hizo preguntarme, qué excusa tenemos el resto para ser tan indolentes. ¿Deberíamos impulsar el consumo mundial de almendras? Eso nos recomendaría la madre de nuestro protagonista. Pero, por otro lado, ¿cómo sería nuestra vida si realmente sintiéramos como nuestro, todo el dolor de quienes habitan este mundo? ¿Realmente podríamos vivir?

 “¿Que naciste así?- Repitió Gon-. Eso es lo más horrible que alguien te pueda decir.” 

pág. 152

Gon, quien es el personaje que aparece supuestamente a representar la maldad, nos llega a generar tanta empatía, que es inevitable no quererlo tanto como lo hace YunJae. Lo que más me gusta de este personaje, es que nos recuerda una vez más, que todas las personas tenemos un pasado que marca lo que somos. Somos la suma de todos los sucesos buenos y malos que no han acontecido, pero también tenemos un poder impresionante para abrirnos a las personas correctas y poder empatizar con ellas y marcar nuestro propio camino.

Otras de las preguntas que nos invita  a hacernos la autora es sobre la fortaleza. Me pregunto, al igual que Yunjae, qué es lo que nos hace fuerte, ¿el no sentir? El libro al final nos demuestra que la fortaleza más grande que podemos tener es el amar y que nos amen, aun cuando no somos capaces de nombrar esa emoción. Al final Yunjae siempre tuvo quien llorara las lágrimas que él no podía. Y Gon encontró quién drenara todo el dolor que había dentro y que solo se permitió sentir, cuando vio sufrir a alguien que amaba. Al final del día no es la parte más grande de tu cuerpo, sino una pequeña almendra que te permite experimentar la fortaleza. 

“Yo jamás experimenté el abandono. A pesar de que mi cerebro fuera un desastre lo que mantuvo mi alma en una pieza fue la calidez de esas manos sosteniendo las mías a ambos lados”

pág. 168

Almendra es de esas obras en las que todas las personas, sin importar edad o nacionalidad, se pueden leer. 

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